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Una Experiencia con Audacia y Esperanza
Por
Colegio Champagnat .
Publicado:
13 Mayo 2008
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Cuando nuestros alumnos terminan su educación media salen al mundo llenos de ilusiones, sueños, metas y miles de planes a realizar. Para un gran grupo la Universidad es la gran meta a alcanzar, la búsqueda y concreción de su vocación profesional. Otros jóvenes viven la audacia de indagar en un plano de su vida poco explorado y mirarla desde un prisma distinto.


Una de nuestras exalumnas, apoyada por su familia, tomó la gran decisión de ofrecer parte de su vida a la vocación de servicio y hace unos meses emprendió el viaje desde Villa Alemana, dejando a su familia y los bienestares de su casa, el cariño de sus amigos y amigas para residir en Alto Hospicio y compartir su vida con otros.

Al leer las líneas que a continuación aparecen, como profesora me enorgullece haber tenido la dicha de compartir con María Francisca Castillo Guajardo y recordarla en el colegio como alumna para luego contrastarla con la interioridad de lo que ella a continuación comparte de su vida y el gran amor que ha recibido de los niños y niñas del norte de nuestro país.

Notemos en sus palabras como el sueño de Champagnat se hace agua viva y la ansiada misión de forjar constructores del mundo se concreta.

“A mis 18 años tomé una de las decisiones más radicales de mi vida: dejarlo todo, familia, amigas(os), romance y otras tantas cosas importantes hasta ese momento por venir al norte del país, a la comuna de Alto Hospicio, y regalar meses de mi vida a niños maravillosos que en su mayoría viven en uno de los sectores más pobres del norte de nuestro país.

Vivir esta experiencia y compartir mis días con ellos justifica totalmente el que yo esté lejos de mi casa, de mis comodidades y de la gente que quiero, ya que desde que llegué a este lugar  dejé de llamar a esto un sacrificio y se transformó en un verdadero regalo por todo lo que ellos me dan. Me siento tan feliz, que todo el cariño que me han brindado me hace sentir que venir a este lugar ha superado totalmente todas mis expectativas.

Al llegar fuimos recibidas, (mi compañera Andrea Medina exalumna del Instituto Chacabuco y yo) por los hermanos maristas de esta comunidad. El hermano Isidro, Director e iniciador de esta obra, es un hombre realmente admirable por su entrega. Hace 3 años llegó acá junto al hermano Agustín Carazo y levantaron el colegio no existiendo absolutamente nada hasta esa fecha, y lo abrieron para los niños del sector más vulnerable de Alto Hospicio. El año 2007 fue el primer año de funcionamiento y de a poco han sacado adelante esta obra preciosa, que cada día crece más y hace sentir, sin lugar a dudas, la presencia de Dios y del espíritu revelador de Marcelino en clave misional.

Sin conocer esta comuna, a uno se le viene a la mente un lugar sin mayor desarrollo, pero me llevé una gran sorpresa al ver la gran extensión de este lugar inserto en el desierto, es tanta la población, 80.000 habitantes app., con muchas poblaciones nuevas que se van creando para la gente y con una carretera que une a Iquique, Alto Hospicio y los pueblos del interior que permite con facilidad conocer todos los alrededores.

Con respecto a mi trabajo, todos los días comienzo a las 8 a.m. ayudando en la organización de la biblioteca, luego cerca de las 9:30 vamos a apoyar en los comedores para el desayuno de los niños, el resto de la mañana nos dedicamos a diferentes cosas, como reforzar a niños que necesitan más atención para aprender, o encargarnos de niños que presentan problemas como no querer ingresar a sus salas o haber causado conflictos.

Ya a las 13:00 p.m. apoyamos en el comedor y estamos con los niños mientras almuerzan. En la tarde entramos a algunos cursos y trabajamos con ellos en lo que los profesores necesiten. Y, por último, después de la jornada en el colegio, algunos días hemos recorrido las poblaciones nuevas que están alrededor para dar a conocer al Colegio Hermano Fernando y mostrar lo que ofrece para los niños.

Es impresionante como niños tan pequeños tengan que madurar tan bruscamente por situaciones difíciles de su vida. Conversar con una niña de segundo básico que me describe a la perfección todo su drama familiar, o compartir con un niño de 8 años y ver que pasan los días y no vuelve al colegio simplemente por la irresponsabilidad de sus padres, me ha impactado profundamente, y así podría seguir con situaciones mucho peores, pero a fin de cuentas me impacta mucho más la alegría que ellos tienen a pesar de todo y que tienen la confianza de compartir conmigo. También llama mucho la atención la diversidad existente, hay niños peruanos, bolivianos, otros con padres brasileños o gitanos, y también los que vienen de distintos lugares del país, incluso encontré a una niña de Villa Alemana que vivía a pocas cuadras del que fuese mi colegio hasta el año recién pasado, el recordado y hermoso Champagnat.

Dentro del colegio todo es muy dinámico, funcionan diversos talleres para los niños, hay cursos hasta quinto básico y ya el próximo año habrá hasta octavo, luego empezará la construcción de la enseñanza media, hay deportes, folclore, Scout, y así diferentes cosas en que los niños se pueden desenvolver, crecer de manera positiva, y por sobre todo, mirar el futuro con más “audacia y esperanza” gracias al amor y entrega de todos aquellos que día a día trabajan junto a ellos, más allá de lo adverso del lugar.

Si bien no se me ha hecho fácil estoy muy agradecida de Dios, mi familia y la congregación por tener la oportunidad de presenciar esta realidad tan distinta a lo que yo he vivido siempre, y que me ha hecho crecer y ampliar mis visiones del mundo y el sentido de la vida bajo una óptica cristiana.
  Valoro mucho más las cosas y a las personas que han estado siempre conmigo. También siento que he ganado mucho al poder conocer a toda la gente que trabaja aquí haciendo crecer este colegio, quienes me han entregado su apoyo y cariño. Pero lo más importante, es que siempre voy a llevar conmigo los besos, los abrazos y las sonrisas de cada uno de los niños del Colegio Hermano Fernando de Alto Hospicio que me han enseñado más de la vida que cualquier otra persona, también creo que con mi amor y mi compañía los hice un poco más felices.

  Ya me quedan muy pocos días acá, a fines de mayo parto a Bolivia a continuar con esta significativa experiencia en donde lo que viviré, sin duda, va a ser muy diferente a todo esto, pero tengo toda la disposición, confianza y convicción de que esta nueva experiencia será igual de maravillosa que la ya vivida, pues siento a Dios acompañándome en cada minuto de mi vida, de manera especial cuando contemplo los rostros de tantos niños y niñas que piden amor y que a la vez lo regalan a manos llenas.

María Francisca Castillo G. / Exalumna Colegio Champagnat, Villa Alemana      

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