Cuando nuestros alumnos terminan su educación media
salen al mundo llenos de ilusiones, sueños, metas y
miles de planes a realizar. Para un gran grupo la
Universidad es la gran meta a alcanzar, la búsqueda y
concreción de su vocación profesional. Otros jóvenes
viven la audacia de indagar en un plano de su vida poco
explorado y mirarla desde un prisma distinto.
Una de nuestras exalumnas, apoyada por su
familia, tomó la gran decisión de ofrecer parte de su
vida a la vocación de servicio y hace unos meses
emprendió el viaje desde Villa Alemana, dejando a su
familia y los bienestares de su casa, el cariño de sus
amigos y amigas para residir en Alto Hospicio y
compartir su vida con otros.
Al leer las líneas que a continuación aparecen, como
profesora me enorgullece haber tenido la dicha de
compartir con María Francisca Castillo Guajardo y
recordarla en el colegio como alumna para luego
contrastarla con la interioridad de lo que ella a
continuación comparte de su vida y el gran amor que ha
recibido de los niños y niñas del norte de nuestro país.
Notemos en sus palabras como el sueño de Champagnat se
hace agua viva y la ansiada misión de forjar
constructores del mundo se concreta.
A mis 18 años tomé una de las decisiones más radicales
de mi vida: dejarlo todo, familia, amigas(os), romance y
otras tantas cosas importantes hasta ese momento por
venir al norte del país, a la comuna de Alto Hospicio, y
regalar meses de mi vida a niños maravillosos que en su
mayoría viven en uno de los sectores más pobres del
norte de nuestro país.
Vivir esta experiencia y compartir mis días con ellos
justifica totalmente el que yo esté lejos de mi casa, de
mis comodidades y de la gente que quiero,
ya que desde que llegué a este lugar
dejé de llamar a esto un sacrificio y se transformó en
un verdadero regalo por todo lo que ellos me dan. Me
siento tan feliz, que todo el cariño que me han brindado
me hace sentir que venir a este lugar ha superado
totalmente todas mis expectativas.
Al llegar fuimos recibidas, (mi compañera Andrea Medina
exalumna del Instituto Chacabuco y yo) por los hermanos
maristas de esta comunidad. El hermano Isidro, Director
e iniciador de esta obra, es un hombre realmente
admirable por su entrega. Hace 3 años llegó acá junto al
hermano Agustín Carazo y levantaron el colegio no
existiendo absolutamente nada hasta esa fecha, y lo
abrieron para los niños del sector más vulnerable de
Alto Hospicio. El año 2007 fue el primer año de
funcionamiento y de a poco han sacado adelante esta obra
preciosa, que cada día crece más y hace sentir, sin
lugar a dudas, la presencia de Dios y del espíritu
revelador de Marcelino en clave misional.
Sin conocer esta comuna, a uno se le viene a la mente un
lugar sin mayor desarrollo, pero me llevé una gran
sorpresa al ver la gran extensión de este
lugar inserto en el desierto, es tanta la población,
80.000 habitantes app., con muchas poblaciones nuevas
que se van creando para la gente y con una carretera que
une a Iquique, Alto Hospicio y los pueblos del interior
que permite con facilidad conocer todos los alrededores.
Con respecto a mi trabajo, todos los días comienzo a las
8 a.m. ayudando en la organización de la biblioteca,
luego cerca de las 9:30 vamos a apoyar en los comedores
para el desayuno de los niños, el resto de la mañana nos
dedicamos a diferentes cosas, como reforzar a niños que
necesitan más atención para aprender, o encargarnos de
niños que presentan problemas como no querer ingresar a
sus salas o haber causado conflictos.
Ya a las 13:00 p.m. apoyamos en el comedor y estamos con
los niños mientras almuerzan. En la tarde entramos a
algunos cursos y trabajamos con ellos en lo que los
profesores necesiten. Y, por último, después de la
jornada en el colegio, algunos días hemos recorrido las
poblaciones nuevas que están alrededor para dar a
conocer al Colegio Hermano Fernando y mostrar lo que
ofrece para los niños.
Es impresionante como niños tan pequeños tengan que
madurar tan bruscamente por situaciones difíciles de su
vida. Conversar con una niña de segundo básico que me
describe a la perfección todo su drama familiar, o
compartir con un niño de 8 años y ver que pasan los días
y no vuelve al colegio simplemente por la
irresponsabilidad de sus padres, me ha impactado
profundamente, y así podría seguir con situaciones mucho
peores, pero a fin de cuentas me impacta mucho más la
alegría que ellos tienen a pesar de todo y que tienen la
confianza de compartir conmigo.
También llama mucho la atención la
diversidad existente, hay niños peruanos, bolivianos,
otros con padres brasileños o gitanos, y también los que
vienen de distintos lugares del país, incluso encontré a
una niña de Villa Alemana que vivía a pocas cuadras del
que fuese mi colegio hasta el año recién pasado, el
recordado y hermoso Champagnat.
Dentro del colegio todo es muy dinámico, funcionan
diversos talleres para los niños, hay cursos hasta
quinto básico y ya el próximo año habrá hasta octavo,
luego empezará la construcción de la enseñanza media,
hay deportes, folclore, Scout, y así diferentes cosas en
que los niños se pueden desenvolver, crecer de manera
positiva, y por sobre todo, mirar el futuro con más
audacia y esperanza gracias al amor y entrega de todos
aquellos que día a día trabajan junto a ellos, más allá
de lo adverso del lugar.
Si bien no se me ha hecho fácil estoy muy agradecida de
Dios, mi familia y la congregación por tener la
oportunidad de presenciar esta realidad tan distinta a
lo que yo he vivido siempre, y que me ha hecho crecer y
ampliar mis visiones del mundo y el sentido de la vida
bajo una óptica cristiana.
Valoro mucho más las cosas y a las personas
que han estado siempre conmigo. También siento que he
ganado mucho al poder conocer a toda la gente que
trabaja aquí haciendo crecer este colegio, quienes me
han entregado su apoyo y cariño. Pero lo más importante,
es que siempre voy a llevar conmigo los besos, los
abrazos y las sonrisas de cada uno de los niños del
Colegio Hermano Fernando de Alto Hospicio que me han
enseñado más de la vida que cualquier otra persona,
también creo que con mi amor y mi compañía los hice un
poco más felices.
Ya me quedan muy pocos días acá, a fines de
mayo parto a Bolivia a continuar con esta significativa
experiencia en donde lo que viviré, sin duda, va a ser
muy diferente a todo esto, pero tengo toda la
disposición, confianza y convicción de que esta nueva
experiencia será igual de maravillosa que la ya vivida,
pues siento a Dios acompañándome en cada minuto de mi
vida, de manera especial cuando contemplo los rostros de
tantos niños y niñas que piden amor y que a la vez lo
regalan a manos llenas.
María Francisca Castillo G. / Exalumna Colegio
Champagnat, Villa Alemana