Desde el año 1996 los maristas de Chile y el mundo recordamos la trascendental fecha de “Los Mártires de Zaire”. Desde ese entonces se ha hecho una costumbre explicitar, hacia finales de octubre, la relevancia que significó y significa el martirio generoso de cuatro Hermanos maristas que vivían en los campos de refugiados de Nyamirangwe junto a las personas que huían de las guerras tribales del África Central.

El devenir de los tiempos, la vorágine de la vida y la fragilidad de la memoria repercute en la fuerza testimonial que puede significar para quienes forman hoy la comunidad colegial. Es un hecho que se nombra, recuerda y se festeja, mas asalta la interrogante de cuán significativa es esta conmemoración para las personas que formamos hoy esta comunidad marista en Villa alemana. A veces, pareciera ser que las nubes del presente dificultan ver las luces del ayer.

Las personas somos seres de luz; compartimos nuestra energía con quienes nos rodean y acompañan en este caminar de la vida. Entre ellas se levanta, con fuerza, la imagen del Hermano Fernando de la Fuente, quien nos recuerda el valor de la convicción para vivir. La misma que tuvo para dejar su país natal y llegar a evangelizar, a través de la educación, a esta faja de tierra; la misma que inspiró su decisión de partir, dejando todo, sí, dejando seguridad, prestigio académico, reconocimiento fraterno de sus Hermanos, altos cargos educativos, sus queridas aulas y pasillos, sus recuerdos … sí, dejando todo, por la necesidad de seguir haciendo vida el amor al prójimo, al prójimo de tierras lejanas, allá en esa África convulsionada y devastada… Fernando de la Fuente escuchó con el corazón ese llamado a servir y combatir con amor la precariedad humana que se ensañaba con las personas que arrancaban desesperanzadas del dolor de una guerra fratricida.

Esa respuesta total, esa entrega plena, incluso hasta la muerte, es la que celebramos hoy. Ese ejemplo que nos interpela a fortalecernos en la necesidad de construir el Reino de Dios donde sea necesario. Esa mirada fraterna que supera fronteras es la que hoy revivimos. No nos quedamos con la muerte trágica que cercenó la vida de él, junto a tres hermanos, sino que con la vida que se generó a partir del sacrificio por amor. A partir de esta referencia podemos rescatar y hacer nuestra la figura de quien fuera un magnífico docente, respetuoso, cariñosamente exigente y de gran aprecio entre quienes fuimos sus alumnos, poeta dotado de una sensibilidad maravillosa y de una mente virtuosa, una persona capaz de conquistar, con la debida palabra, la atención y el corazón de sus alumnos.

El recuerdo de los cuatro Hermanos Maristas en Zaire, tomados de la mano de María de Nazaret, no es solo un relato lejano y admirable, es más, mucho más, es la humanización del relato divino del amor de Dios encarnado en la entrega total de un hombre y sus hermanos de comunidad que puestos en un trance complicado, fueron capaces de discernir respecto de sus opciones de vida consagrada: amar hasta las últimas consecuencias. Este amor es el que se celebra y se vive un 31 de octubre en nuestra comunidad.

Agradecemos al cielo haber tenido en nuestras aulas, en nuestra rectoría, a este maravilloso humano que marcó con su existencia a quienes fuimos sus alumnos, influyendo en el desarrollo de nuestra identidad y nuestra vocación. Hasta siempre Hermano.



Un exalumno.